domingo, 26 de abril de 2015
La vida de las personas, su verdadera vida, no la simple existencia física, empieza en diferentes épocas. La verdadera vida de Thad Beaumont, un chico que nació y creció en el sector Ridgeway de Bergenfeld, Nueva Jersey, empezó en 1960. Ese año le sucedieron dos cosas. La primera determinó su vida; la segunda casi termina con ella. Estos hechos ocurrieron cuando Thad Beaumont tenía once años.
En enero, presentó un cuento en un concurso literario patrocinado por la revista American Teen. En junio, recibió una carta de los editores de la revista diciéndole que se le había otorgado una mención honorífica en la categoría ficción del concurso. La carta decía, además, que los jueces le hubiesen concedido el segundo premio si su solicitud no hubiera revelado que aún le faltaban dos años para convertirse en un "adolescente norteamericano" bona fide. No obstante, añadían los editores, su cuento "Fuera de la casa de Marty" era una obra extraordinariamente madura, y le enviaban una calurosa felicitación.
Dos semanas después, llegó un diploma al mérito del American Teen. Venía por correo certificado. El diploma tenía caligrafiado un nombre en letras antiguas tan rebuscadas que apenas las podía leer, y un sello dorado en la parte inferior, con el logotipo de American Teen en relieve las siluetas de un chico con el cabello cortado a cepillo y una chica con cola de caballo bailando.(...)
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En enero, presentó un cuento en un concurso literario patrocinado por la revista American Teen. En junio, recibió una carta de los editores de la revista diciéndole que se le había otorgado una mención honorífica en la categoría ficción del concurso. La carta decía, además, que los jueces le hubiesen concedido el segundo premio si su solicitud no hubiera revelado que aún le faltaban dos años para convertirse en un "adolescente norteamericano" bona fide. No obstante, añadían los editores, su cuento "Fuera de la casa de Marty" era una obra extraordinariamente madura, y le enviaban una calurosa felicitación.
Dos semanas después, llegó un diploma al mérito del American Teen. Venía por correo certificado. El diploma tenía caligrafiado un nombre en letras antiguas tan rebuscadas que apenas las podía leer, y un sello dorado en la parte inferior, con el logotipo de American Teen en relieve las siluetas de un chico con el cabello cortado a cepillo y una chica con cola de caballo bailando.(...)
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