domingo, 26 de abril de 2015
El vigilante pulsó otra tecla y todo desapareció de la pantalla, quedando de nuevo limpia y vacía, con su color verdusco. Después hizo un gesto de que el coche podía pasar.
-¿No nos devuelven la tarjeta? -preguntó la madre—. ¿No...?
-No, mamá -respondió Garraty con tono paciente.
-Pues no me gusta -añadió la mujer, mientras detenía el coche en un sitio libre.
Llevaba repitiendo esa frase desde que habían em-prendido el camino en la oscuridad, a las dos de la ma-drugada. En realidad, la había murmurado por lo bajo durante todo el trayecto.
-No te preocupes -dijo el muchacho, mirando alre-dedor con una confusa mezcla de expectación y temor. Bajó del coche antes casi de que el motor lanzara su último jadeo asmático.
Garraty era un joven alto, de buena complexión, y llevaba una descolorida chaqueta militar para protegerse del frío en aquella mañana primaveral. Su reloj marcaba las ocho en punto.(...)
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-¿No nos devuelven la tarjeta? -preguntó la madre—. ¿No...?
-No, mamá -respondió Garraty con tono paciente.
-Pues no me gusta -añadió la mujer, mientras detenía el coche en un sitio libre.
Llevaba repitiendo esa frase desde que habían em-prendido el camino en la oscuridad, a las dos de la ma-drugada. En realidad, la había murmurado por lo bajo durante todo el trayecto.
-No te preocupes -dijo el muchacho, mirando alre-dedor con una confusa mezcla de expectación y temor. Bajó del coche antes casi de que el motor lanzara su último jadeo asmático.
Garraty era un joven alto, de buena complexión, y llevaba una descolorida chaqueta militar para protegerse del frío en aquella mañana primaveral. Su reloj marcaba las ocho en punto.(...)
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