domingo, 26 de abril de 2015
Stevens sirvió las bebidas y pronto, después de las ocho en aquella noche glacial de invierno, la mayoría de nosotros nos fuimos , con ellas a la biblioteca. Por un momento , nadie dijo nada; lo único que se oía era el chisporrotear del fuego en la chimenea , el lejano chasquido de las bolas de billar y, desde el exterior, el gemido del viento. No obstante, allí se estaba bastante caliente, en el # 249 B de la calle Este 35.
Recuerdo que aquella noche David Adley estaba sentado a mi derecha, y a mi izquierda Emlyn McCarron que una vez nos contó una historia espeluznante sobre una mujer que había dado a luz en extrañas circunstancias . Después de el estaba Johanssen , con su Wall Street Journal doblado sobre las rodillas.
Entro Stevens con un pequeño paquete, blanco y se lo entrego a George Gregson sin hacer la menor pausa. Stevens es el mayordomo perfecto a pesar de su ligero acento de Brooklyn ( o quizá por causa de el) pero su mayor atributo, por lo que a mi se refiere, es que siempre sabe a quien debe entregar el paquete aunque nadie lo reclame.
George lo capto sin protestar y permaneció un momento sentado en un sillón de alto respaldo y orejas, contemplando la chimenea que es lo bastante grande como para asar un buey. Vi como sus ojos se dirigían momentáneamente a la inscripción grabada en la piedra. LO QUE VALE ES LA HISTORIA, NO EL QUE LA CUENTA.(...)
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Recuerdo que aquella noche David Adley estaba sentado a mi derecha, y a mi izquierda Emlyn McCarron que una vez nos contó una historia espeluznante sobre una mujer que había dado a luz en extrañas circunstancias . Después de el estaba Johanssen , con su Wall Street Journal doblado sobre las rodillas.
Entro Stevens con un pequeño paquete, blanco y se lo entrego a George Gregson sin hacer la menor pausa. Stevens es el mayordomo perfecto a pesar de su ligero acento de Brooklyn ( o quizá por causa de el) pero su mayor atributo, por lo que a mi se refiere, es que siempre sabe a quien debe entregar el paquete aunque nadie lo reclame.
George lo capto sin protestar y permaneció un momento sentado en un sillón de alto respaldo y orejas, contemplando la chimenea que es lo bastante grande como para asar un buey. Vi como sus ojos se dirigían momentáneamente a la inscripción grabada en la piedra. LO QUE VALE ES LA HISTORIA, NO EL QUE LA CUENTA.(...)
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