domingo, 26 de abril de 2015
Era una habitación de muerte. Fletcher lo supo tan pronto como se abrió la puerta. El suelo de baldosa era de color gris industrial. Las paredes eran de piedra blanca descolorida, marcadas aquí y allí con manchas oscuras que podrían haber sido de sangre –ciertamente la sangre había sido derramada en esta habitación. Las luces del techo estaban dentro de jaulas de alambre. En mitad de la habitación había una larga mesa de madera con tres personas sentadas tras ella. Enfrente de la mesa había una silla vacía, esperando a Fletcher. Al lado de la silla había un carrito con ruedas. El objeto que estaba encima había sido cubierto con una pieza de ropa, como un escultor cubriría su trabajo sin acabar entre sesión y sesión. Fletcher medio atado, fue casi arrastrado hacia la silla que había estado esperándole. Agarraba un carrete protectoramente. Si parecía más aturdido, más conmocionado e inconsciente de lo que estaba realmente, mejor. Pensó que su oportunidad de escapar de ese sótano del Ministerio de Información era quizás una o dos entre treinta, y quizás esto fuera optimista. En el estado en que estaba no tenía intención de arriesgarse, sólo estar alerta. Sus ojos y nariz hinchados y su labio inferior roto podrían serle da ayuda en este aspecto; de la misma forma que la crosta de sangre, como un goteo rojo oscuro alrededor de su boca. Una cosa que Fletcher sabía seguro: si él escapaba, los otros –el vigilante y los otros tres, como un jurado, sentados tras la mesa- estarían muertos.(...)
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