domingo, 26 de abril de 2015
EL MONO
Cuando Hal Shelburn lo vio, cuando vio que su hijo Dennis lo sacaba de una maltrecha caja de cartón que había ido a parar al fondo de uno de los aleros de la buhardilla, el horror y el desaliento le invadieron con tal fuerza que a punto estuvo de soltar un grito. Se llevó una mano a la boca, como para rechazarlo, y... y lo arregló fingiendo que tosía en el puño. Ni Terry ni Dennis le prestaron atención; Petey, en cambio, se dio la vuelta y le miró con fugaz curiosidad.
—Mirad qué hermoso —exclamó Dennis con respeto, un sentimiento que el propio Hal rara vez conseguía despertar ya en el muchacho. Dennis tenía doce años.
—¿Qué es? —quiso saber Petey, que miró otra vez a su padre antes de que los ojos se le fuesen de nuevo hacia el objeto que había hallado su hermano mayor—. ¿Qué es, papá?
—Un mono, tonto —dijo Dennis—. ¿Acaso no has visto nunca un mono?
—No le llames tonto a tu hermano —intervino Terry al momento. Estaba examinando una caja de cortinas. La que tenía en las manos estaba cubierta de hongos y la soltó enseguida—. ¡Aj!
—¿Puedo quedármelo, papá? —preguntó Petey, que tenía nueve años.(...)
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Cuando Hal Shelburn lo vio, cuando vio que su hijo Dennis lo sacaba de una maltrecha caja de cartón que había ido a parar al fondo de uno de los aleros de la buhardilla, el horror y el desaliento le invadieron con tal fuerza que a punto estuvo de soltar un grito. Se llevó una mano a la boca, como para rechazarlo, y... y lo arregló fingiendo que tosía en el puño. Ni Terry ni Dennis le prestaron atención; Petey, en cambio, se dio la vuelta y le miró con fugaz curiosidad.
—Mirad qué hermoso —exclamó Dennis con respeto, un sentimiento que el propio Hal rara vez conseguía despertar ya en el muchacho. Dennis tenía doce años.
—¿Qué es? —quiso saber Petey, que miró otra vez a su padre antes de que los ojos se le fuesen de nuevo hacia el objeto que había hallado su hermano mayor—. ¿Qué es, papá?
—Un mono, tonto —dijo Dennis—. ¿Acaso no has visto nunca un mono?
—No le llames tonto a tu hermano —intervino Terry al momento. Estaba examinando una caja de cortinas. La que tenía en las manos estaba cubierta de hongos y la soltó enseguida—. ¡Aj!
—¿Puedo quedármelo, papá? —preguntó Petey, que tenía nueve años.(...)
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