viernes, 23 de octubre de 2015
¿Alguna vez han tenido la sensación de que algo malo va a pasar? Conoces gente nueva, te diviertes en la cena y un poco de cerveza y te invitan a su casa para pasar un mejor rato. Claro, eso me pasó hace poco, más bien nos paso a mi novio y a mi.
Fuimos a un festival sobre la cultura japonesa, comimos sushi y platillos tradicionales. Unos cuántos regalitos para la familia. Mi novio tiene la costumbre de hacerse amigo de cualquiera, habla y habla y al final los engancha. Eso sucedió, conoció a una joven pareja de japoneses que venían a intercambiar aspectos culturales entre nuestro país y el suyo. Los invitamos a cenar a un lugar cercano y tomando cervezas, el ambiente se volvió ameno y divertido. Al final de la noche, nuestros amigos nos invitaron a su casa en Kyoto, cosa que a mi me emocionó. A mi novio no tanto porque al parecer le da miedo salir de viaje en avión, pero convencerlo con una noche fue suficiente.
La semana siguiente llegamos al aeropuerto y ahí estaba el esposo, todo sonriente y agitando la mano con frenesí. Tal vez éramos sus primeros amigos extranjeros, no lo sé. Simplemente agarró nuestras maletas y nos llevo al modesto edificio de departamentos donde vivían.
Mi novio estaba algo temeroso, pensamos al unísono que estos japoneses estaban locos y solo buscaban presas para sus extraños fetiches, y caimos en un error al ver la casa, los tratos de la esposa y de su pequeño hijo de 4 años. Nunca juzgar a un libro por su portada, pero esto lo pensamos por tantas ideas erróneas sobre los japoneses y su particular forma de vivir. La chica nos sirvió sake, nos trajo pequeños bocadillos hechos a mano y además nos invitaron a una noche de karaoke. Todo maravilloso, por mencionar de más que tenían 3 encantadores gatos gordos a los cuales estuve pegada todo el tiempo.
Al día siguiente, el esposo tenía que llevar al pequeño a la escuela, fué tan divertido ver al pringado corriendo con su mochilita de un oso de color amarillo con su lonchera en la otra mano. Se despidio de su mamá y de nosotros, claro nos veía con cierto desdén porque le habíamos quitado la atención de sus padres. Sólo se reverenció y salió de la mano de su padre, pero antes de que el esposo saliera por completo la joven le había comentado que uno de sus gatos había desaparecido. No era gato, era una gatita preñada que se llamaba Yuki.
La joven estaba preocupada sobremanera porque la gata estaba a poco de dar a luz. Nosotros como nos encantan los gatos, le dijimos que los ayudariamos a buscarla. Nos contó la historia del felino quien llegó de la nada al edificio y la gente se encariñó con ella, el dueño o el cuidador del edificio se encargó por completo del animal, pero siempre se escapaba, al final se quedó en la casa de la joven familia.
La esposa salió con nosotros y nos explicó que el cuidador nos iba a alcanzar, así que la búsqueda comenzó. El edificio era de unos 5 pisos o más, no los conté y tampoco pregunté, no había elevador así que subimos las escaleras de a poco hasta llegar al último piso.
En si los pasillos de un complejo de departamentos son oscuros y fríos e incluso daban la sensación de que un fantasma llegaría por nuestras almas. Pero, el último piso era el peor de todos.
Si alguna vez han sentido esa sensación de pesadez, esa sensación de un aire caliente, húmedo e incómodo que te despierta el estado de alerta, el pasillo aquél era increíblemente pesado. El piso era pegajoso, nuestros zapatos se pegaban y hacían la caminata cada vez más difícil y desesperante. Los pasillos estaban llenos de muebles viejos, el polvo se respiraba en el ambiente. Parecía una escena de abandono fugaz.
Agarrada de la mano de mi novio, caminamos con dificultad al último departamento que tenía la puerta abierta, adentro estaba oscuro y las ventanas estaba tapadas con cartones. Yo me quedé afuera porque el cuidador iba a alcanzarnos, así que me quede a esperarlo en el pasillo mientras veía que mi novio entraba al departamento oscuro. Las otras puertas de los departamentos estaba abiertas pero la luz del Sol les daba de lleno, pero el brillo era poco alentador.
El aire se sentía cada vez más pesado y mi cuerpo parecía flotar en el aire. El miedo comenzó a indundarme y le grité a mi novio de que se apurara, él contestó que no, que aun le faltaban habitaciones por revisar.
Me alivié un poco al escuchar su voz, pero parecía cada vez más lejana. Mi cuerpo temblaba, el aire húmedo me impedía respirar con normalidad. Cerré mis ojos y me tallé la frente para reaccionar un poco. Levanté la vista y al ver a una de las puertas abiertas, observé un escritorio de oficina con una mujer sentada frente a éste, me quedé analizando la escena. La mujer me daba la espalda y solo podía observar parte de su cabello negro, su traje sastre y el movimiento del cuerpo. Pero, lo más importante de todo es que eso no estaba ahí antes, apareció de la nada al igual que la mujer que al parecer escribía en una computadora, el teclado sonaba con ira y con fastidio. El click del mouse se esuchaba más fuerte, escuché que algo caía, me volteé con miedo a donde escuché el ruido. Mi novio movia los muebles viejos para ver si la gata se escondía detrás, grité que se apurara.
Pero, ésa sensación. El pánico hinchaba mi pecho, quería salir corriendo a gritos del pasillo, pero mi cuerpo estaba inherte. El aire cálido y húmedo, se puso frío y pesado. Regresé la mirada donde observé el escritorio, aun estaba la mujer escribiendo algo en la computadora. El tecleo era cada vez más fuerte. Sabía que algo andaba mal, sabía que sino saliamos de ahí algo malo nos pasaría. Pero, por más que quería que mi cuerpo se moviera, éste no reaccionaba.
De pronto escuche una voz a lo lejos, era mi novio gritando, reaccioné y agucé el oido para escuchar mejor:
-¡¡Mamá!! ¿Qué haces aquí?- ¿Mamá? Si ella esta muy, muy lejos de aquí.-¡¡Vámonos!! Te llevaremos a casa.
Eso último heló mi sangre. ¿Sacarla? ¿Llevarla a casa? Sentía que mi corazón explotaba del miedo, tanto eran las palpitaciones que los podía escuchar. Algo más había sucedido, sí. La mujer del escritorio había dejado de escribir. Escuché sus tacones caminando de un lado a otro, me di a la idea de que movía papeles, ya que se escuchaban las hojas. Escuché otros pasos, voltee a ver quien venía. Mi novio caminaba agarrando algo, ¿qué agarraba? ¿qué demonios estaba sacando de la habitación?
Otro sonido. Era la silla de la mujer. Se había sentado de nuevo, voltee a verla y me dió la impresión que me observaba. Vi su cuerpo de frente, su blusón de flores se movia al igual que su cabello negro. Parecía sostener algo en su mano derecha, un… ¿Un teléfono?
Aun escuchaba a mi novio discutir con aquéllo que iba a sacar de la habitación, por un momento pense que era Yuki, la gata se rehusaba a dejar su escondite. Lo medité por unos segundos pero el estaba de pie como jalando a una persona.
Miré de nuevo a donde la mujer estaba, ahora yacía sentada de frente viendome fijamente. Pero, algo estaba mal. Sentía su mirada fría y penetrable helarme todo hasta lo más profundo de mi ser. Pero sabía que habia algo extraño en su rostro, sé que por la luz que entraba las sombras se veían borrosas y sin forma, pero… Su rostro. No tenía rostro.
Al darme cuenta ella se levantó de manera mecánica y camino de un lado a otro, acercándose cada vez más a la puerta y hacia donde yo me encontraba.
Lloré del pavor, y grité como histérica. Mi novio alarmado llegó corriendo a verme:
-¡¡Tenemos que salir de aquí!! -le grité.
-Pero, mi mamá esta aquí y no podemos dejarla sola…
-¡¡Al demonio con tu mamá, “eso” ahí viene!!-le dije señalando a la puerta donde estaba el ser sin rostro.
-Yo no veo nada, mujer… ¡¡Cálmate de una buena vez!!-me reclamó. Abrí los ojos como platos, porque sé lo que vi. Aun escuchaba los tacones acercandose al pasillo con una lentitud espectral. En mi histeria intenté mover mi cuerpo, pero no podía. Seguía llorando como desesperada mientras jalaba a mi novio que aun en su terquedad quería sacar a su “mamá” del lugar.
-Oigan, ustedes dos… -ésa voz. La joven esposa junto con el cuidador llegaron. El hombre viejo movió los muebles viejos para hacernos pasar.
Por fin moví mi cuerpo, por fin jale a mi novio y lo empujé hacía donde los recién llegados estaban.
Escuchamos un alarido a nuestras espaldas, digo escuchamos porque mi novio, la chica y el cuidador saltaron ante el sonido penetrante. El grito de una mujer, el grito de la mujer sin rostro:
-¡¡AYÚDAME!! ¡¡SÁCAME DE AQUÍ!!
Sé que corrimos con todas nuestras fuerzas, mientras escuchábamos el griterio del ser quien se acercaba a nosotros a una velocidad escalofriante. Las mismas palabras las repetía una y otra vez hasta que el cuidador cerró la puerto con fuerza. ¿Había una puerta en ese pasillo?
Los cuatro nos veíamos con miedo, sé que no estaba loca. Ellos también la vieron y la escucharon. Al otro lado de la puerta escuchamos un golpe en seco y una voz lastimera:
-Sáquenme de aquí. ¿Por qué estoy encerrada? ¿Qué hice para merecerme esto?
Y el silencio sepulcral se hizo presente. Ni nuestras respiraciones se escuchaban. ¿Quién era? o ¿Qué era eso? Ni el mismo cuidador lo sabía. La mujer sin rostro se quedará ahi por quién sabe cuánto tiempo más.
Ah, ¿y la gatita Yuki? Estaba durmiendo en la cama del hijo de la pareja.