domingo, 26 de abril de 2015
Cuando terminó sus estudios universitarios, John Smith había olvidado por completo la fea caída que había sufrido en el hielo en aquel día de enero de 1953. En verdad, le habría resultado difícil recordarlo cuando terminó la escuela primaria. Y su madre y su padre nunca se enteraron de que se había producido.
Estaban patinando en un tramo despejado del estanque Runaround, en Durham. Los niños mayores jugaban al hockey con viejos palos remendados y utilizaban como metas un par de cestos de patatas. Los críos más pequeños se entretenían como han venido haciéndolo desde tiempos inmemoriales, arqueando cómicamente los tobillos hacia dentro y hacia afuera, resollando en la atmósfera helada a ocho grados bajo cero. En un ángulo del tramo despejado, dos neumáticos ardían despidiendo abundante hollín, y unos pocos padres permanecían sentados en las inmediaciones vigilando a sus chicos. La época de los quitanieves todavía estaba lejos, y la diversión invernal aún consistía en. ejercitar el cuerpo y no un motor de gasolina.
Johnny había bajado de su casa, situada un poco más allá del límite de Pownal, con los patines colgados al hombro. A sus siete años era un patinador bastante diestro. Todavía no estaba en condiciones de participar en los partidos de hockey de los niños mayores, pero podía describir círculos alrededor de la mayoría de los otros críos de su edad, que hacían girar constantemente los brazos para conservar el equilibrio o caían despatarrados sobre sus asentaderas.(...)
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Estaban patinando en un tramo despejado del estanque Runaround, en Durham. Los niños mayores jugaban al hockey con viejos palos remendados y utilizaban como metas un par de cestos de patatas. Los críos más pequeños se entretenían como han venido haciéndolo desde tiempos inmemoriales, arqueando cómicamente los tobillos hacia dentro y hacia afuera, resollando en la atmósfera helada a ocho grados bajo cero. En un ángulo del tramo despejado, dos neumáticos ardían despidiendo abundante hollín, y unos pocos padres permanecían sentados en las inmediaciones vigilando a sus chicos. La época de los quitanieves todavía estaba lejos, y la diversión invernal aún consistía en. ejercitar el cuerpo y no un motor de gasolina.
Johnny había bajado de su casa, situada un poco más allá del límite de Pownal, con los patines colgados al hombro. A sus siete años era un patinador bastante diestro. Todavía no estaba en condiciones de participar en los partidos de hockey de los niños mayores, pero podía describir círculos alrededor de la mayoría de los otros críos de su edad, que hacían girar constantemente los brazos para conservar el equilibrio o caían despatarrados sobre sus asentaderas.(...)
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