domingo, 26 de abril de 2015
El terror, que no terminaría por otros veintiocho años -si es que terminó alguna vez-, comenzó, hasta donde sé o puedo contar, con un barco de papel que flotaba a lo largo del arroyo de una calle anegada de lluvia.
El barquito cabeceó, se ladeó, volvió a enderezarse en medio de traicioneros remolinos y continuó su marcha por Witcham Street hacia el cruce de ésta y Jackson. El semáforo de la esquina estaba a oscuras y también todas las casas, en aquella tarde de otoño de 1957. Llovía sin cesar desde hacía una semana y dos días atrás habían llegado los vientos. Desde entonces, la mayor parte de Derry había quedado sin corriente eléctrica y aún seguía así.
Un chiquillo de impermeable amarillo y botas rojas seguía alegremente al barco de papel. La lluvia no había cesado, pero al fin estaba amainando. Caía sobre la capucha amarilla del impermeable y a oídos del niño sonaba como lluvia sobre el tejado de un cobertizo... un sonido reconfortante, casi acogedor. El niño se llamaba George Denbrough. Tenía seis años. William, su hermano, a quien los niños de la escuela primaria de Derry conocían como Bill el Tartaja, estaba en su casa recuperándose de una aguda gripe. En ese otoño de 1957, ocho meses antes de que comenzasen realmente los horrores y veintiocho años antes del desenlace final, Bill el Tartaja tenía diez años.(...)
Descarga Y lee en OneDrive
El barquito cabeceó, se ladeó, volvió a enderezarse en medio de traicioneros remolinos y continuó su marcha por Witcham Street hacia el cruce de ésta y Jackson. El semáforo de la esquina estaba a oscuras y también todas las casas, en aquella tarde de otoño de 1957. Llovía sin cesar desde hacía una semana y dos días atrás habían llegado los vientos. Desde entonces, la mayor parte de Derry había quedado sin corriente eléctrica y aún seguía así.
Un chiquillo de impermeable amarillo y botas rojas seguía alegremente al barco de papel. La lluvia no había cesado, pero al fin estaba amainando. Caía sobre la capucha amarilla del impermeable y a oídos del niño sonaba como lluvia sobre el tejado de un cobertizo... un sonido reconfortante, casi acogedor. El niño se llamaba George Denbrough. Tenía seis años. William, su hermano, a quien los niños de la escuela primaria de Derry conocían como Bill el Tartaja, estaba en su casa recuperándose de una aguda gripe. En ese otoño de 1957, ocho meses antes de que comenzasen realmente los horrores y veintiocho años antes del desenlace final, Bill el Tartaja tenía diez años.(...)
Descarga Y lee en OneDrive