domingo, 26 de abril de 2015
PRÓLOGO
BESOS SANGRIENTOS
Está sentada en el rincón, intentando tomar aliento en una habitación que hace unos instantes parecía contener suficiente aire, pero que ahora se le antoja desprovista por completo de él. A lo que toma por una distancia enorme, oye un leve susurro y comprende que se trata del aire al pasar por su garganta y volver a surgir en una serie de jadeos febriles, pero ello no cambia el hecho de que está ahogándose en el rincón del salón mientras contempla los vestigios desgarrados de la novela de bolsillo que estaba leyendo cuando su marido ha llegado a casa.
No es que le importe. El dolor que la atenaza es demasiado intenso como para que le queden fuerzas para preocuparse por cuestiones tan insignificantes como la respiración o la falta de aire en la atmósfera que respira. El dolor se la ha tragado al igual que la ballena se tragó, según cuentan, a Jonás, ese prófugo beatificado. El dolor palpita como un sol venenoso que arde en lo más profundo de su vientre, en un lugar donde hasta hace un rato tan sólo percibía la queda sensación de algo nuevo creciendo en su interior.(...)
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BESOS SANGRIENTOS
Está sentada en el rincón, intentando tomar aliento en una habitación que hace unos instantes parecía contener suficiente aire, pero que ahora se le antoja desprovista por completo de él. A lo que toma por una distancia enorme, oye un leve susurro y comprende que se trata del aire al pasar por su garganta y volver a surgir en una serie de jadeos febriles, pero ello no cambia el hecho de que está ahogándose en el rincón del salón mientras contempla los vestigios desgarrados de la novela de bolsillo que estaba leyendo cuando su marido ha llegado a casa.
No es que le importe. El dolor que la atenaza es demasiado intenso como para que le queden fuerzas para preocuparse por cuestiones tan insignificantes como la respiración o la falta de aire en la atmósfera que respira. El dolor se la ha tragado al igual que la ballena se tragó, según cuentan, a Jonás, ese prófugo beatificado. El dolor palpita como un sol venenoso que arde en lo más profundo de su vientre, en un lugar donde hasta hace un rato tan sólo percibía la queda sensación de algo nuevo creciendo en su interior.(...)
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